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Por David Alonso

 Mi oficio ecuestre además de darme la oportunidad de hacer lo que me apasiona, me ha permitido conocer personas muy valiosas de muchos lugares y en la mayoría de los casos poder iniciar una buena amistad, como el caso de Ramón, a quien conocí en uno de mis cursos. Desde la primera vez que nos vimos pude darme cuenta de su gusto por los caballos y precisamente ese gusto lo motivo a prepararse en materia ecuestre.

 Al poco tiempo me habla y me dice que tiene una potranca que quiere que le amansemos y desde que la bajó del remolque pudimos ver que quien dictaba las reglas de comportamiento era ella, pues mostraba alta dominancia en su manejo, después de unos meses de entrenamiento se la entregamos, pero tengo que decirlo, nos costó mucho trabajo.  Al recogerla nos trajo otro potro hermano por madre de la misma potranca. Apenas llego y su comportamiento igual al de su hermana en lo referente a la dominancia, lo cual nos dejó dos opciones de interpretación de la situación, la primera que la yegua madre de ambos les heredo el comportamiento y la segunda, un mal manejo que ha ocasionado que sus animales se sientan por encima del humano y de cualquier individuo con el que se relacionan. En lo personal me inclino por la segunda y explicare mi lectura del caso.

 Ya anteriormente he comentado que los caballos son seres gregarios, es decir, se organizan en grupos. Lo que requiere que atiendan las reglas que impone su líder, además de enseñarle principios básicos de comportamiento dentro del grupo, como el respeto a sus mayores por ejemplo. ¿Han visto como un potro menor a un año y medio cuando se acerca a un caballo desconocido de mayor edad empieza como a mascar?, esa es una señal de sumisión y respeto a alguien que tiene más conocimiento de la vida. Sin embargo, en ocasiones por las limitaciones que tenemos, les quitamos a los caballos la posibilidad de socializar con otros individuos y por consecuencia, la posibilidad de que aprendan las reglas básicas de grupo, como el caso del potro de Ramón. 

 Dada la situación mencionada, decidí antes de trabajar propiamente en la doma, darle unas lecciones de liderazgo utilizando un excelente caballo que tengo para este tipo de trabajos. Lo primero que hice fue ingresar al round pen o ruedo de trabajo y el potro vino a mi encuentro invadiendo mi espacio y el de mi caballo y enseguida queriéndonos montar, ¿cómo ven?, mal educado el muchacho. Lo espante de manera que ya no pudiera llegar a mí, sino que corriera a mi alrededor, aun cuando esto no le gusto y de repente hacía por ponerse de frente demostrando reto a lo que le pedía. La siguiente acción fue enseñarlo a respetar límites para lo cual utilice una soga como si fuera una extensión de mis brazos y la fuerza del caballo. Al sentirse atado, hizo por estirarse hacia todos lados, Yo sabía que eso sucedería y no quise que esos tirones me los diera a mí, sino que fuera de igual a igual.

 Cuando dejó de estirarse, le hice ver que cerca de mí no había presión pero que había que comportarse, demostrar sumisión y estar tranquilo. Enseguida empecé a trabajar las flexiones laterales con ayuda de una jáquima y aquí nuevamente Don Jesús (mi caballo), juega un papel importante haciendo valer su edad (15 años), su corpulencia y su condición de semental para que el potro aprenda a ceder espacio, de lo contrario lo dejo trabajar un poco a él,  mordiéndolos de las enancas y utilizando el pecho para hacerlos moverse. Realmente una ayuda importante en este tipo de caballos mal educados.  

 Quiero enfatizar, que ningún caballo con este tipo de comportamientos es culpable de ser como es, si hubiera la necesidad de señalar a alguien, en todo caso somos las personas que no sabemos lo que ellos necesitan como especie para su supervivencia. Por esto suceden muchos accidentes en nuestra relación con los caballos, pero ante la sociedad humana, el culpable siempre es el caballo.

 En este tipo de situaciones, las primeras sesiones de entrenamiento son un tanto difíciles, ya que el caballo modifica su carácter conforme va creciendo sin reglas y se potencializa después de los dos años cuando estamos hablando de machos enteros que empiezan a sentir el llamado de la testosterona.

 Como ya lo mencione, los caballos no son malos por naturaleza, pero ese desequilibrio de comportamiento hay que saberlo tratar y aquí es donde muchos entrenadores recurren a la violencia por interpretar las actitudes del caballo como algo personal contra ellos y construyen fábulas e historias alejadas de la etología equina y cargadas de terror, haciéndolos ver como monstruos.

 El caballo de Ramón, se los garantizo, en pocas sesiones encontrara su lugar dentro de mi manada y Yo corresponderé su disposición, construyendo una relación basada en la comunicación, la confianza y el respeto.

 ¡Hasta la próxima!

Nota: (El video presentado corresponde a la 5a. sesión de trabajo de liderazgo, el artículo fue desarrollado en función de la primera interacción con el potro).