loader image

Por David Alonso

Desde que soy niño he tenido una gran fascinación por los burros y las mulas, sin embargo, no encuentro la razón, pues los recuerdos que tengo no son muy agradables, pues mi abuelo nos mandaba a cuidar el rebaño de cabras en un burro mañoso que nomás no quería caminar y tampoco había poder humano que lo convenciera de lo contrario, un día me sofocó al mandarme al suelo por presionarlo a salir para adelante. Luego una burra que de repente se echaba trayendo al jinete y no se levantaba hasta que quería, imagine la frustración de niño, las cabras avanzando y la burra echada.

Creo que nuestra idiosincrasia en México nos ha formado una mala reputación del burro y digo lo anterior porque creo que el problema es que nunca nos han enseñado a entender a este noble animal, posiblemente porque no entendemos su psicología, buscamos que reaccione como un caballo sin considerar que aunque pertenecen al mismo subgénero, son muy diferentes, porque su origen también es diferente.

Los caballos son originarios de las estepas, donde para defenderse de los depredadores era necesario reaccionar rápido y huir, mientras que los burros o asnos son originarios del desierto (norte de África), y para enfrentar a los depredadores tenían 3 opciones, huir como el caballo, enfrentarlo o enconcharse (amacharse, como comúnmente le decimos), sin necesidad de tener una rápida reacción. 

Recientemente fui a un rancho a traer unos burros y mientras los cargábamos al vehículo que los transportaría los fuimos presionando a subir y llegó un momento en que se congelaron, ya no avanzaron, supongo que por lo desconocido del vehículo y nuestra hostigación.  Inmediatamente uno de los vaqueros del rancho me dijo que si no los golpeaba no avanzarían, esa era la única forma de hacerlos que se movieran (y desgraciadamente les funcionó). Precisamente eso es lo que nos han hecho saber de este pobre animal que desde hace miles de años ha servido al hombre.

En México existe poca cultura y conocimiento acerca de los burros, aunque nuestra historia está muy ligada a este animal, no hay registro de razas, hay pocos criadores y por sí fuera poco, estamos acabando con ellos por considerarlos dañinos, como dato, les puedo decir que, en varios países, el burro está en extinción, aunque parezca increíble. A continuación, les platico como llegó a América.

Cristóbal Colón fue el primero en traer los primeros burros en 1495 (tres años después del descubrimiento del continente), sin embargo, no eran burros de talla, por lo que se les empezó a llamar españoles a los burritos comunes y corrientes, siendo que en España es donde se han originado las razas de gran tamaño como los catalanes, andaluces o mayorquis.

En 1787, el Rey de España le regaló al presidente George Washington un burro de nombre “Royal Gift” (que significa regalo imperial) y 2 burras color pardo. El general Lafayette le regaló también un burro negro (de nombre “Knight of Malta”) y varias burras. El presidente Washington fue el primer criador reconocido de burros de gran talla en EU. Le siguió Henry Clay, de Kentucky, quien en 1827 trajo varias importaciones de burros de Europa. Entre los importados le llegó un burro de nombre “Warrior” (que significa guerrero) que fue uno de los mas conocidos y por lo cual a los burros grandes se les empezó a llamar «Kentucky» (aunque los primeros burros que se cruzaron para dar tamaño fueron andaluces, catalanes y pitou).

Nuestros vecinos americanos no reconocen a los Kentucky como raza, los clasifican por su talla del suelo a la cruz de la siguiente manera:

Miniatura: menores a 90 cms

Standard: mayores a 90 y menores de 120 cms

Largo standard: mayores a 120 cms y menores a 140 cms

Mammoth: mayores a 140 cms

En México los llamamos manaderos, cuando acostumbrándolos a andar con yeguas se cruzan con las mismas, dando excelentes híbridos para la carga, la carreta, el arado, la silla o trabajar ganado y les llamamos machos o mulas según el sexo. Al producto de la cruza de un caballo con una burra se le nombra burdégano, que es menos común. La cruza entre las dos especies ha puesto lo mejor de cada una (vigor híbrido), produciendo los siguientes resultados:

  • Mayor resistencia a la fatiga (hay quienes aseguran que se requieren 3 caballos para igualar la resistencia de una mula). Basta una revolcada después de un día de trabajo y la mula está como nueva, decía la gente se antes.
  • Mayor capacidad para la retención de líquidos, una mula puede pasar 3 días sin beber agua.
  • Mayor capacidad de carga (casi del doble a la de un caballo).
  • Sentidos más agudos para percibir el peligro y el nivel emocional (posiblemente esta cualidad es la que les ha generado la peor reputación a las mulas).
  • Cascos más resistentes
  • Mayor capacidad muscular
  • Menor requerimiento de comida y de menor calidad nutricional, etc.

La mecanización de nuestra civilización ha provocado que poco a poco se vaya perdiendo nuestra relación con el burro en cuanto al servicio que ha prestado al hombre, por lo tanto, también se ha perdido el interés por preservarlo. Incluso algunos estados de la república han realizado campañas para exterminarlos por considerar que el nivel de erosión que provocan a la tierra produce una disminución del índice de agostadero de los predios que crían ganado bovino. Realmente es sorprendente el deterioro del valor de un burro en el mercado en la actualidad, pues difícilmente se paga más de $500 pesos por un ejemplar.

De manera personal, creo que llegó el momento de revaluar al noble burro y verlo desde otra perspectiva. Afortunadamente la SAGARPA, ha iniciado un proyecto para la preservación y mejoramiento genético de esta especie en nuestro país, pues no hay parte de la historia en la que no se encuentre ligada la vida del mexicano a la del burro.

¡Hasta la próxima!