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Por David Alonso

Durante todo el año procuro ser muy cuidadoso de lo que como, de lo que bebo, del clima, de mi salud, etc., porque tengo claro que en mi profesión se depende principalmente del cuerpo y no me puedo dar el gusto de enfermarme muy seguido, ni de estar incapacitado por mucho tiempo. A veces es complicado porque México es rico en comidas, bebidas y costumbres a las que no se pueden desairar considerando que quienes me invitan tienen la mejor intención de hacerme sentir bien y para que regrese con la mejor impresión de su lugar.

Hoy es uno de esos días en los que una gripe me tiró a la cama, sin poder hacer nada por el terrible malestar que me ha ocasionado, apenas doy un paso y siento que todo me da vueltas, me duelen todas las articulaciones, no tengo ganas de comer y pasé la noche sin dormir, en fin, he pensado que es la única manera de descansar realmente y parar al ritmo de trabajo al que a veces nos sometemos. Sin embargo, mientras todo esto me sucede, reflexiono cuantas veces mis caballos seguramente han de haber estado en una situación similar y Yo por cumplir con mi agenda de trabajo he pasado por alto su estado de ánimo.

Poco importa si el caballo no comió o bebió agua como de costumbre, si su temperatura corporal está correcta, si su estiércol tiene la consistencia regular, si hay moco en sus narices, si está tosiendo, etc, etc. Por ningún motivo interrumpimos los compromisos que ya tenemos, llámense cabalgata, charreada, rodeo o cualquier otra cosa, por encima de todo se encuentra nuestra diversión y esparcimiento, al final de cuentas para eso lo tenemos, para que cumpla mis deseos.

Desde hace tiempo he podido ir entendiendo y cambiando un poco la forma en la que me enseñaron a tratar a los caballos, me he dado cuenta que es un ser vivo que tiene necesidades de acuerdo a su naturaleza gregaria, por lo tanto tiene que socializar con los de su especie, no basta con proveerle de buen forraje y buena cama. Para su salud mental también necesita un desgaste físico moderado, sus cascos necesitan mantenimiento cada 6 u 8 semanas, no cuando mi bolsillo me lo permita. Su boca necesita una revisión periódica  para asegurarnos que sus muelas estén bien y no haya lesiones en la lengua o algún problema ocasionado por el bocado.

En ocasiones mientras me divierto o estoy pasando un buen momento, me acuerdo de mis caballos y me pongo a pensar que ellos no tienen opción, han sacrificado su libertad para darme el gusto de tenerlos y disfrutarlos a mi completa voluntad, nunca tienen vacaciones de su caballeriza y muchas veces cuando hacen una manifestación de alegría la castigamos por considerarla un mal comportamiento.

Ya no sí es producto de la enfermedad este estado melancólico que me hizo reflexionar en lo injustos que a veces somos con nuestros caballos, mientras que de su parte siempre hay disponibilidad para satisfacer nuestros deseos.

¡Hasta la próxima!